jueves, 9 de febrero de 2012

Yo, desempleada.

     Te levantas, la hora varía según el estado anímico, pero el resultado es siempre el mismo. Enciendes el ordenador, buscas ofertas de empleo y llamas/mandas el currículo a cualquier oferta, sin importar de que sea el trabajo, el sueldo que te paguen o las horas que tengas que trabajar. Tras dos años de paro (como es mi caso, excluyendo mes y medio en una empresa en la que las condiciones laborales eran nefastas) el criterio desaparece totalmente.

     Sobre las dos de la tarde, más o menos, ya sabes que hoy tampoco hubo suerte, que ni siquiera tienes una entrevista, que ya ni en los trabajos como comercial (que en su mayoría son una estafa) están interesados en contratar gente.

     A las cuatro de la tarde vuelvo a revisar el correo, vuelvo a entrar en las páginas de empleo, vuelvo a decepcionarme y sigo esperando una llamada que no llega.

     Más tarde, veo a mis amigos, a mi pareja…Que me hablan de sus trabajos, de las condiciones precarias que sufren, de sueldos que a medio mes te hacen pasar calamidades…les envidio.  Envidio el hecho de poder quejarme y a la vez siento más ganas de luchar, por ellos y por mi. Por todos.

     Hay días peores, en los que veo a mi familia en vez de a mis amigos. Las conversaciones son siempre las mismas, y las conclusiones son que si no tengo empleo es porque no pongo el suficiente empeño. Que tengo que madrugar más y exigir menos…conclusiones que ya no me afectan, se repiten demasiado.

     A las 00:00 vuelvo a encender el ordenador, vuelvo a buscar ofertas…mañana será otro día. Me meto a la cama pensando que la cosa no puede ir a peor, pero siempre puede. Doy vueltas y más vueltas pensando soluciones, y encuentro una: volver a estudiar. Vuelvo al ordenador, miro cursos gratuitos, la idea de volver al bachiller ronda mi cabeza, hacer una carrera me gustaría mucho pero…entonces es cuando recuerdo que no hice una carrera por la necesidad de ponerme a trabajar y ayudar económicamente en casa.

     Vuelvo a la cama, sueño con gente que duerme en la calle y con gente que hace que otros duerman en la calle, nunca será nuestro momento, el de los de abajo, el de los que luchamos y las pasamos putas para disfrutar de la vida que nos niegan. Al fin consigo dormir tranquila (dentro de lo que cabe) sabiendo que pocas horas después todo volverá a empezar.